La domadora dejó su ofició, se volvió pirata, se fue al mar... Allí sus leones la esperan en cada atraque.
Su embarcación es grande, de las más grandes, y ella es la capitana de ninguna tripulación. En poco tiempo surcó los siete mares e hizo frente a todos los enemigos que la seguían desde los confines de la tierra. Era de esperar, puesto que aún llevaba en sus adentros a la domadora. Pero lo que nadie sabía esta vez, es que viajaba sin brújula ni ancla. Condenada así a dejarse siempre
llevar por el libre albedrío de las olas del mar.