Todos los días se levanta, se pone
sus botas de caña alta, la chaqueta de rayas, el sombrero de copa y sale a la
calle. Cuando algo no le mola un pelo, y le empieza a tocar realmente los cojones,
saca el látigo y los hace callar a todos.
Las domadoras de leones son así de duras…
Las malas lenguas dicen que una
vez dejó a un hombre atado en la cama, después de habérselo follado toda la
noche, y se piró sin más. Nadie sabe qué fue de aquel pobre infeliz que creyó
tener el control.
Lo que nadie sabe de ella es que guarda un gran secreto, un
secreto enorme: en realidad es domadora de
leones, marinos…